miércoles, 30 de septiembre de 2009

Introducción y Notas

Levítico
Los judíos de habla griega llamaron LEVÍTICO al tercer libro del Pentateuco. Este nombre da una idea bastante adecuada de su contenido, porque el mismo consta casi exclusivamente de las prescripciones rituales que debían poner en práctica los sacerdotes de la tribu de Leví.
La primera parte del Levítico está dedicada al ritual de los sacrificios (caps. 1-7). Luego vienen el ceremonial para la investidura de los sacerdotes (caps. 8-10), y la ley sobre lo puro y lo impuro (caps. 11-15), que concluye con el ritual para el gran Día de la Expiación (cap. 16). Los caps. 17-26 contienen la así llamada "Ley de Santidad", que se cierra con una serie de bendiciones y maldiciones. A modo de Apéndice, el cap. 27 determina las condiciones para el rescate de las personas, los animales y los bienes consagrados al Señor.
El Levítico pertenece en su totalidad a la tradición "sacerdotal". De allí su estilo minucioso y preciso, sobrecargado de términos técnicos y de repeticiones. Esta es una característica de todas las legislaciones cultuales, que se extienden hasta los más mínimos detalles para asegurar la eficacia de los ritos.
Aunque el Libro recibió su forma definitiva en la comunidad postexílica, algunos de los elementos que lo integran tienen un origen muy antiguo. Las prohibiciones alimenticias (cap. 11) y las reglas relativas a la pureza (caps. 13-15) conservan vestigios de una edad primitiva, cargada de tabúes y concepciones mágicas. El ceremonial del gran Día de la Expiación (cap. 16) yuxtapone a un rito arcaico un concepto muy elevado del pecado.
Como en el resto del Pentateuco, las leyes están encuadradas en un marco narrativo. Pero en el Levítico ese marco es muy simple, y se reduce casi siempre a una fórmula convencional, que hace depender todo el culto israelita de una orden dada por Dios a Moisés en el Sinaí. Así se pone de relieve la relación del culto con la Alianza.
La lectura del Levítico deja casi inevitablemente la impresión de que su contenido pertenece a una cultura lejana y extraña al hombre moderno. Esto es verdad, pero visto en su contexto histórico, el Libro atestigua un sentido muy profundo de la trascendencia divina y de la preocupación por formar un Pueblo santo, consagrado al culto del verdadero Dios en medio de las naciones paganas.
La antigua Ley no era más que "la sombra de los bienes futuros" (Heb. 10. 1), y el único Sacrificio de Cristo hizo caducar todo el ceremonial del antiguo Templo. Pero las exigencias de santidad y de pureza en el servicio de Dios siguen siendo siempre válidas, y la referencia al Levítico es indispensable para entender muchos pasajes del Nuevo Testamento, que nos hablan de Cristo y de su Sacrificio redentor.

EL RITUAL DE LOS SACRIFICIOS
Para Israel –como para toda religión– el acto de culto por excelencia, la expresión más natural y espontánea del reconocimiento debido a la absoluta soberanía de Dios, es el "sacrificio". Al ofrecer un sacrificio, el hombre se despoja de algo valioso, de un alimento necesario para su vida, y lo consagra al Señor sobre el fuego del altar. El humo que sube de la ofrenda es como un lazo de unión entre el cielo y la tierra.
El sacrificio puede ofrecerse en acción de gracias, o para implorar del Señor algún beneficio. También hay sacrificios de expiación por el pecado, donde la sangre cumple una función purificadora. Otras veces, sólo una parte de la víctima se quema sobre el altar; la otra porción es compartida en un banquete sagrado, estableciéndose así un vínculo de comunión con la divinidad, de quien proceden la fuerza y la vida.
El ritual israelita despoja a los sacrificios de todo elemento mágico y hace resaltar el aspecto personal. Pero estos ritos, como toda acción litúrgica, están expuestos a convertirse en prácticas puramente exteriores, desprovistos de espíritu. Israel incurrió muchas veces en este pecado, y los profetas tuvieron que alzar su voz para recordar que Dios detesta el humo de los sacrificios, cuando faltan la justicia y la fidelidad a sus mandamientos (Is. 1. 10-20; Os. 6.6; Am. 5. 21-25; Sal. 50. 7-15). Por eso, el Sacrificio por excelencia es el de Cristo, que aceptó "por obediencia la muerte y muerte de cruz" (Flp. 2. 8).

34 Estos son los mandamientos que el Señor dio a Moisés para los israelitas sobre la montaña del Sinaí.
1 El "holocausto" es un sacrificio en el que la víctima se quema totalmente. El ritual de este capítulo establece normas precisas sobre los animales que pueden ser ofrecidos en holocausto (vs. 3, 10, 14), y sobre la manera de practicar la inmolación y el ofrecimiento de las víctimas.
El resto de la legislación sacerdotal contiene disposiciones sobre los holocaustos cotidianos (Éx. 29. 38-42) y sobre los que se deben ofrecer en circunstancias especiales (12. 6-8; 14. 10-31; 15. 14-15, 29-30).
4. El gesto de imposición de las manos expresa una cierta solidaridad del oferente con la víctima sacrificada en su nombre.
2 En este ritual se especifican las diversas maneras de preparar la "oblación", que es una ofrenda hecha con productos del suelo.
2. La parte de la oblación que se quema sobre el altar recibe el nombre de "memorial". El significado de esta expresión es dudoso. Algunos intérpretes piensan que es un don ofrecido al Señor para que "se acuerde" del oferente; otros consideran que se trata más bien de una "prenda" o porción escogida, que "recuerda" o representa ante el Señor toda la ofrenda.
11-13. Las oblaciones no podían contener "levadura" ni "miel", tal vez por la facilidad con que estas se corrompen o por el uso que se les daba en los sacrificios paganos. Se exigía, en cambio, que estuvieran sazonadas con "sal", elemento que posee una significación simbólica: es "la sal de la alianza de tu Dios". Esta expresión se puede aclarar a la luz de una práctica común entre los árabes: la sal, que sirve de condimento a la comida y preserva de la corrupción, se utiliza en los banquetes de amistad y de alianza, como símbolo para establecer una comunidad perdurable. En Núm. 18. 19; 2 Crón. 13. 5, la expresión "alianza de sal" equivale a "alianza eterna".
3 El "sacrificio de comunión" es propiamente un banquete sagrado, en el que las partes más vitales de la víctima -la sangre y la grasa- se ofrecen a la divinidad, mientras que el resto de la carne es comida por el oferente. La finalidad de este sacrificio es establecer o renovar la comunión de vida entre Dios y el hombre. En 7. 32-34; 10. 14-15 se determinan las partes de la víctima que corresponden al sacerdote. Otros textos ponen de relieve el carácter festivo de estos sacrificios (Deut. 12. 7).
4 El "sacrificio por el pecado" es un rito de expiación. En él se pone de relieve el valor expiatorio de la sangre (Heb. 9. 22), valor que le viene de su vinculación con la vida (17. 11, 14). Ver nota Gn. 9. 4-5.
3. La falta del Sumo Sacerdote "recae también sobre el pueblo" debido a su función de representante de Dios ante el pueblo y del pueblo ante Dios.
5 14-19. El "sacrificio de reparación" es otra forma de sacrificio expiatorio. Aunque es difícil determinar exactamente en qué se distingue del "sacrificio por el pecado", parece que el "sacrificio de reparación" se relaciona con las faltas que lesionan los derechos de Dios o del prójimo, mientras que el "sacrificio por el pecado" expía sobre todo las faltas rituales. Si el perjuicio se podía estimar en dinero, además del sacrificio, se exigía la restitución (5. 20-26).
8 8. "Urím" y " Tumím": ver nota Éx. 28. 30.
9 23. Ver nota Éx. 16. 7.
11 4. "Se abstendrán de comer": los israelitas tenían prohibido comer y ofrecer a Dios como víctimas o primicias ciertos animales considerados impuros. No se puede determinar exactamente los motivos que llevaron a calificar de impuros a esos animales. En algunos casos, la impureza parece provenir del carácter nocivo o repugnante de los mismos; en otros, de su vinculación con prácticas paganas. El cerdo, por ejemplo, era considerado animal sagrado en los cultos sirofenicios.
12 Según las creencias antiguas, la concepción y el nacimiento -como toda la vida sexual- estaban rodeados de misterio y de peligros, y por eso debían ser protegidos con ritos especiales. El parto –lo mismo que la menstruación y el derrame del semen– implicaba una pérdida de vitalidad que debía ser recuperada antes de tener nuevamente acceso a Dios.
13 El término "lepra" tiene un significado muy amplio, y se aplica a diversas clases de enfermedades de la piel. A estas afecciones se equiparan la "lepra de la ropa" (vs. 47-59) y la "lepra de las paredes" (14. 33-53), o sea, el enmohecimiento de las telas y los hongos que se adhieren a las paredes, a causa de la humedad, y provocan la caída del revoque.
14 35. Ver nota cap. 13.
16 "EI gran Día de la Expiación" era un día de penitencia y ayuno, en el que se celebraban dos ceremonias de carácter y origen diversos: a) un rito de expiación por el Santuario, por los sacerdotes y por el pueblo, donde se ponía de relieve una vez más el valor expiatorio de la sangre (vs. 14-15, 18-19); b) un rito particular, que consistía en imponer las manos sobre un chivo para cargarlo con todos los pecados del pueblo, y en enviarlo luego al desierto, morada de "Azazel" (vs. 20-22), que es probablemente el nombre de un demonio. Esto tiene alguna relación con las creencias de los israelitas sobre los demonios que habitaban en los lugares desolados (Is. 13. 21; 34. 11-14; Mt. 12. 43). Al prescribir este rito, la legislación sacerdotal asume una antigua costumbre, de origen desconocido, pero cuyo significado es claro: alejar simbólicamente de la comunidad los pecados de que ella se había hecho culpable en el transcurso del año.
17 7. "A los sátiros": este pasaje se refiere a unos demonios que la superstición popular representaba con figuras de chivos, y cuya morada se situaba en los lugares despoblados y en las ruinas. Según 2 Rey. 23. 8, cerca de una de las puertas de Jerusalén, había un lugar de culto dedicado a los sátiros o chivos, que eI rey Josías mandó destruir.
18 Los antiguos hebreos consideraban el parentesco -incluso el que nosotros actualmente consideramos "legal"- como un vínculo de carne y sangre. Por eso toda unión sexual entre parientes era un caso de incesto.
21. Esta prescripción prohibe quemar niños a Moloc, un dios cuyo nombre original era Melec, que significa "rey".
19 9-10. Esta costumbre se remonta sin duda a una concepción antigua según la cual había que dejar algo a los espíritus del campo, para no poner en peligro la próxima cosecha. La ley israelita transformó esta costumbre en una prescripción de carácter social.
18. Ver Mt. 22. 39.
19. Estas tres prohibiciones condenan ciertas prácticas a las que se atribuía un significado mágico.
23-25. Esta prescripción es semejante a la prohibición de comer los frutos de la nueva cosecha antes de ofrecer las primicias (23. 14): el hombre no puede comer los productos del campo o del rebaño sin haber devuelto antes lo que pertenece a Dios, de quien procede la fecundidad.
26-28. La adivinación, la hechicería y los ritos condenados en los vs. 27-28, eran frecuentes entre los cananeos.
23 Ver nota Éx. 23. 14.
24 5-9. Ver nota Éx. 25. 30.
19-20. Ver Éx. 21. 23-25; Deut. 19. 21; nota Gn. 4. 23-24.
25 2-7. Acerca del año sabático, ver Éx. 23. 10-11.
8-17. El "año jubilar" o año del "jubileo" se llama así porque su apertura se anunciaba con un solemne toque de trompeta (en hebreo, "yobel"). Según la legislación contenida en este capítulo, ese año quedaban en libertad los esclavos israelitas, y volvían a sus primitivos dueños o a sus herederos, las propiedades que habían sido enajenadas en los últimos cincuenta años. Estas medidas estaban destinadas a defender los derechos de los pobres y a salvaguardar el carácter inalienable de las tierras. Tenían, además, un fundamento religioso: la tierra no podía ser vendida definitivamente, porque pertenecía a Dios (v. 23); y los israelitas no podían ser sometidos a esclavitud perpetua, porque eran servidores de Dios, que los había hecho salir de Egipto (v. 42).
La aplicación práctica de esta ley debía chocar con obstáculos insuperables, y no hay ningún indicio en la Biblia de que haya sido cumplida efectivamente. Todo hace pensar, más bien, que presenta un ideal de justicia y de igualdad social, que de hecho nunca se realizó. En su forma actual, este capítulo se remonta al exilio o, más probablemente, al período postexílico.
26 De manera similar a Deut. 28, la "Ley de Santidad" concluye con un anuncio de recompensa o de castigo para los que observan o quebrantan sus prescripciones. En los documentos del Antiguo Oriente, las fórmulas de bendición y maldición se encuentran frecuentemente como epílogo a una colección de leyes, o a las estipulaciones de una alianza.

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